Autor: admin

  • Copenhague: La revuelta de las bicicletas 🚲

    Ya habíamos estado en el NORTE un año antes, cuando, cautivados por los bosques del interior y el extraño clima bipolar de luz o oscuridad continua, visitamos Tallin, Helsinki y otras ciudades finlandesas (en particular Savonlinna y Jyväskylä).
    No teníamos una idea clara de cómo se nos presentaría Dinamarca y, por prejuicio, tendíamos a acercarla a la imagen que ya conocíamos de Lituania y Finlandia; pero estábamos equivocados.
    No habíamos tenido en cuenta la brecha cultural y social que podía existir entre Estonia—un estado formado bajo la experiencia soviética—y el reino danés de corte occidental; en muchos aspectos, Dinamarca se parecía más a lo que estábamos acostumbrados a encontrar en nuestro entorno, pero con ese toque de estado de bienestar que las revistas y las clasificaciones siempre han celebrado (véase el Informe Mundial de la Felicidad de las Naciones Unidas);

    Tampoco habíamos considerado la gran diferencia natural con Finlandia: por un lado, los bosques boreales salpicados de miles de lagos con formas y dimensiones variadas; por el otro, los horizontes amarillos y verdes de campos cultivados, y los acantilados de tiza blanca de la isla de Møn.

    Un poco desilusionados por la excesiva pompa monárquica —que también aquí, como en las grandes exhibiciones de poder de hoy, se muestra como un espectáculo mediático para el gran público— decidimos abordar el viaje con una curiosidad concreta, menos idealizada.

    A primera vista: un verdor bien integrado en el centro urbano, las torres de los castillos que se elevan en el cielo tras los edificios y devuelven a la modernidad su mirada al pasado, y el bullicio de bicicletas en movimiento dentro de la compleja red de ciclovías diseñadas con sumo cuidado. Un sueño, sobre todo este último aspecto, especialmente si tengo que comparar con Turín, donde los coches atascan las calles incluso a ellas mismas, haciendo que el transporte alternativo sea cada vez menos viable y más peligroso.

    Por ello, me gustaría comenzar esta primera serie fotográfica centrándome precisamente en la bicicleta, no solo como un “medio de transporte” en la calle, sino sobre todo como una herramienta a la que dar valor para emanciparnos del preponderante, arrogante y contaminado mundo de los automóviles.